Huellas N° 23
Autor
Universidad del Norte
Descripción
3. Editorial. La aplicación de la razón y la técnica al servicio del hombre colombiano -- 5. De la historia de la moral sexual en la antigüedad greco-romana / Jesús Ferro Bayona -- 17. Frente a una justicia en crisis. La incomprensión social de la labor del juez / Jesús Vall de Ruten -- 23. Naufragios en aguas de la Florida / Hortensia Calvo Stevenson -- 41. Sobre la guitarra, la vihuela y los vihuelistas / Hans Federico Neuman -- 43. Calidad de la vida musical en la radio Barranquillera / Adolfo González Henríquez -- 55. Poemas / Harold Ballesteros -- 57. El tipo del espejo / Álvaro Ramos Q. -- 59. La narrativa posmoderna de Luis Arturo Ramos: desde del tiempo y otros lugares hasta este era un gato / Raymond L. Williams -- 72. Reseñas bibliográficas -- 77. La concepción dialéctica en los filósofos griegos / Alberto Blanco Carbonell.
Resumen
LA APLICACIÓN DE LA RAZÓN Y LA TÉCNICA AL SERVICIO DEL HOMBRE COLOMBIANO
"Su vida entera se realizó, así como su obra, en función de aquella utopía latinoamericana. Aunque pocos como él estaban dotados para el puro arte y para la estricta belleza, aunque era un auténtico scholar y hubiera podido brillar en cualquier gran universidad europea, casi nada hubo en él que fuese arte por el arte o pensamiento por el pensamiento."
Así se expresó Ernesto Sábato sobre el profesor dominicano Pedro Henríquez Ureña, en un ensayo que aparece publicado en la obra del escritor argentino titulada Apologías y rechazos. Queremos adoptar las palabras de Sábato como enunciado de uno de los grandes objetivos de nuestra misión universitaria. Y así como estudiamos todavía con ahínco los escritos de Platón, para poner un ejemplo, admiramos en el pensador griego tanto el esplendor de sus teorías como el aliento poético que lo impulsa. Decimos "poético", porque precisamente el término se refiere no sólo a la belleza de la expresión artística, sino que originariamente fue empleado en la lengua griega para referirse también a la construcción de templos, la fabricación de obras materiales, la composición de tragedias, la invención de instrumentos y hasta la creación del mismo mundo por la divinidad. Todo eso quiere decir, pues, la poiesis en griego.
Nuestra misión universitaria de construir la utopía latinoamericana nos obliga a mantener asida la razón a nuestra realidad y a trabajar por su transformación permanente. Lo que no quiere decir que estudiar hoy a Platón sea un ejercicio desactualizado, pues en el aliento de su construcción filosófica encontramos mejores argumentos para transformar nuestra república, que los que nos brindan la retórica política y muchas de las políticas de desarrollo que se quedan sólo con el nombre.
El interés que despertó la realización, en el mes de agosto en Cartagena, del Quinto Congreso Anual de la Asociación de Colombianistas, no debería conducirnos a pensar que se trata de uno de esos acontecimientos que se ven desde la barrera para tener que aplaudir, una vez más, que unos profesores nativos o radicados en los Estados Unidos nos estudien. Todo se quedaría en la consignación de unas faenas en las que distinguidos scholars comunicaron con lucimiento sus pesquisas en torno a la rica e insuficientemente explorada manifestación de la cultura colombiana a través de la literatura. Si todo se quedara ahí, pasaríamos a representar el triste papel de objeto curioso para la ciencia foránea y no cumpliríamos con la misión que nos incumbe de construir nuestro mundo y también de interpretarlo, para seguir con la metáfora que nos ha abierto la palabra "poética."
En una entrevista concedida por uno de los investigadores colombianistas ponente en el Congreso de Cartagena, y publicada el domingo 11 de septiembre en el magazín dominical de Diario del Caribe, el profesor Charles Bergquist decía: "(Pero), en comparación con el número de historiadores profesionales de América Latina en la misma América Latina, su peso es considerable. Si añadimos a ello los recursos extraordinarios accesibles a los historiadores profesionales del mundo desarrollado —bibliotecas, archivos, facilidades de computación, fondos para la investigación— no es sorprendente que algunas de las mejores obras históricas sobre América Latina, y ciertamente muchas de las de mayor calidad profesional, se hayan escrito en Estados Unidos y, en menor grado, en las naciones desarrolladas de Europa Occidental."
La declaración del profesor Bergquist sería motivo de indignación para más de un seguidor de la escuela de la "dependencia". Se apelaría, en ese caso, a las manidas teorías económicas que se complacen únicamente en echarles la culpa de todos nuestros males a los países desarrollados, siendo ese expediente una forma de sacarle el cuerpo a la exigencia de analizar sin escapismos nuestra realidad. Sobre todo, a la realidad más dura de la mayoría de nuestros compatriotas que sufren interminablemente las consecuencias del atraso económico, social y cultural, que no parecen resolverse y que dependen, en gran medida, de decisiones políticas tomadas sin conciencia y con fines que pasan por encima de las necesidades y urgencias de la población.
Que haya muchos más estudiosos de nuestra realidad en Estados Unidos y Europa que en América Latina debe preocuparnos, no obstante. Es cierto que en los países desarrollados se dispone de recursos ingentes para estudiarlo todo, desde la manera de conquistar el espacio como los hábitos más exóticos de una tribu del Amazonas. Tampoco hay que olvidar que tanto los recursos como la visión que se forma a partir de tantas investigaciones tienen "una clara relación con los intereses imperiales de la metrópoli estadounidense", para citar palabras del profesor Bergquist. Pero ello no nos exonera del compromiso que tenemos de estudiar más, conocer mejor y transformar con más eficacia la realidad, la nuestra.
La labor universitaria, en especial, tiene compromisos muy definidos con el medio en que se desenvuelve. No puede ser que, por causa de nuestro subdesarrollo económico, la menor cantidad de recursos de que disponemos para la investigación y para la dotación necesaria de las bibliotecas, con la consiguiente pobreza de información en algunos campos de las ciencias, se convierta en dique que represe la energía del conocimiento de nuestro mundo. Tendríamos que esperar decenas de años, y hasta siglos, para igualar la dotación de la Biblioteca Nacional de Francia o la del British Museum o la Biblioteca ael Congreso de Washington. Además, dada la dinámica del sistema económico imperante en el mundo actual —que no proviene de ayer—, nuestras bibliotecas regionales tomarían no pocos decenios en igualar en número de volúmenes a la biblioteca de Alejandría, que fue incendiada poco más de cincuenta años antes de que comenzara la era cristiana.
Nuestra tarea universitaria ha de llevarse a cabo con tesón, porque cada día que pasa urge el conocimiento adecuado de nuestra realidad acuciada por miles de problemas. En esa búsqueda constante de la construcción de un mundo que deseamos mejor para nuestros compatriotas, debemos hacer uso intensivo de la ciencia y de la tecnología, sin dejarnos deslumbrar por la tecnocracia, que, en ocasiones, es un pretexto para el enriquecimiento de unos pocos. Conocimiento amplio y agudo de la historia, de nuestra, condición actual, de las interrelaciones profundas que guarda nuestra evolución política, económico-social y cultural con la de otras naciones, y aplicación responsable al ejercicio de la razón práctica y de la técnica al servicio del hombre: ése es un objetivo que podemos realizar sin esperar a que la ciencia se desarrolle en otra parte para, entonces, hacer algo. J.F.B.
Colecciones a las que pertenece
- Revista Huellas [84]