Huellas N° 22
Autor
Universidad del Norte
Descripción
3. Editorial -- 5. Modernización, transporte y espíritu empresarial en Colombia durante el siglo XIX / Hernán Horna -- 18. Abraham Zacarias López Penha, ese desconocido / Ramón Illán Bacca -- 27. Kelsen y la teoría materialista del derecho y del estado / Lucio Colletti -- 36. Heráclito, Crátilo y la lógica del devenir / Nelson Barros Cantillo -- 39. Epistemología y matemática / Balseir Guzmán Baena -- 43. Orlando Fals Borda: el retorno a la tierra / Carlos Low y Marta Herrera -- 48. 1962 y 1987: dos aldabonazos sobre la violencia en Colombia / Orlando Fals Borda -- 51. Poemas de Silvia Reyes -- 52. Reseñas bibliográficas -- 63. "la universal relajación y corrupción de costumbres de los fieles..." / Gustavo Bell Lemus -- 65. Informe del obispo de Cartagena sobre el estado de la religión y la iglesia en los pueblos de la costa, 1781 -- 70. Índice anual.
Resumen
Las estadísticas más recientes sobre bibliotecas universitarias en el país muestran un pronunciado desequilibrio entre las diversas regiones que conforman la geografía educativa nacional, siendo la Costa Caribe la menos favorecida en la distribución de los libros. Tienen las universidades costeñas, en conjunto, los promedios más bajos de libros por estudiante, distando mucho de los promedios mínimos exigidos por el ICFES. Este hecho, preocupante desde todo punto de vista, merece ser analizado con detenimiento para plantear políticas tendientes a su superación o, por lo menos, a su mejoramiento.
Son diversas y de variado orden las causas que podrían explicar la pobreza bibliográfica de las universidades costeñas: podríamos señalar las de orden económico, sociológico y cultural, y hasta las de orden político y fiscal. Desde una casualidad económica, por ejemplo, se podría argüir que el grado de subdesarrollo de la región es uno de los determinantes de los reducidos inventarios de libros que reposan en los anaqueles de nuestras universidades; argumento que tendría cierto grado de validez, pero que no basta para explicar aquel hecho, y que incluso se podría señalar como una de las causantes del subdesarrollo. Desde un punto de vista cultural, ciertamente el hábito de la lectura no ha sido una virtud en nuestro medio; no es la disciplina de leer, en tanto ejercicio intelectual y no acto mecánico de la vista, un elemento esencial en la formación de nuestros estudiantes, en los que se estimula más la oratoria retórica, en detrimento de la lectura reflexiva. Somos presa fácil del discurso elocuente, que no deja sino la exacerbación de las pasiones; mientras, el ejercicio metódico de la lectura es considerado con cierto desdén y por ello, poco cultivado en la población estudiantil. En nuestro sistema educativo aún se valora más la fluidez del discurso oral que la disertación escrita, la cátedra magistral que el control de lectura.
A pesar de lo anterior, las estadísticas sobre utilización de las bibliotecas universitarias en la región muestran que la demanda por la lectura no sólo es alta, sino que va en aumento. Aunque nos pueda parecer un simple aumento vegetativo, creemos que estamos presenciando un cambio de actitud, estimulado en parte por el reconocimiento mundial otorgado a la obra de Gabriel García Márquez. Hoy, se lee más que antes cuando en la región solo existían escasamente tres instituciones universitarias; no obstante, se debe seguir fomentando en nuestros estudiantes las disciplina de la lectura reflexiva.
Existen, sin embargo, unas causas que tienen que ver con la distribución del gasto público en Colombia que inciden directamente en la perpetuación del desequilibrio de los recursos bibliográficos universitarios del que hacíamos al comienzo de estas líneas. No hay una proporción equitativa en los recursos del presupuesto nacional destinados a las universidades públicas de la Costa en comparación con los destinados a esas universidades en Bogotá, Medellín, Manizales y el Valle; tampoco han recibido las universidades costeñas recursos provenientes del crédito externo como fue el caso de algunas privadas de Bogotá y Cali, quedando, pues, el esfuerzo de nuestras universidades en materia bibliográfica limitado a sus propios recursos.
Siendo, entonces, diversas las causas que dificultan el aumento de los recursos bibliográficos en los estantes de nuestras instituciones de educación superior, diversas deben ser las acciones por seguir para superarlas. Por lo pronto, se debe hacer conscientes a las autoridades correspondientes que cualquier estrategia para reducir el desequilibrio del desarrollo nacional tiene necesariamente que contemplar el aumento de los libros en la región, paralelo al impulso decidido de campañas de fomento de la lectura. Y es en este último aspecto donde las universidades tienen una gran tarea por adelantar: hacer de la lectura la más valiosa de las disciplinas que adquieran los estudiantes a su paso por los claustros universitarios, y de los libros la principal vía para acceder no sólo a un conocimiento más profundo de las profesiones, sino del saber universal, el cual no se ha acumulado a lo largo de los siglos para que repose silencioso en los rincones de las bibliotecas.
En el orden fiscal hay también otras. acciones que se pueden adelantar. Las autoridades encargadas de fijar la política arancelaria del país podrían crear algunos incentivos tributarios, así fueran temporales, para que aquellas universidades menos dotadas de recursos bibliográficos pudieran realizar unas considerables inversiones que les permitieran adquirir lo que hoy no tienen. De esta forma el Estado contribuiría a reparar un desequilibrio creado en buena parte por sus propias políticas en materia de gasto público.
Colecciones a las que pertenece
- Revista Huellas [84]